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Guía práctica para mantener el suelo vivo y fértil

Un suelo vivo es aquel rico en materia orgánica y microorganismos beneficiosos, con buena aireación y humedad equilibrada. Para mantenerlo fértil y biológicamente activo, aplica estas prácticas:


Aporte de materia orgánica: Enriquecer el suelo con compost, estiércol maduro y abonos verdes mejora su estructura. La fertilización orgánica aumenta la retención de agua y la disponibilidad de nutrientes para las plantas. Los residuos vegetales y estiércoles descompuestos alimentan a la fauna del suelo (lombrices, bacterias), que a su vez transforman la materia orgánica en nutrientes útiles.


Cubierta vegetal permanente: Mantén el suelo siempre cubierto con mulch (hojarasca, ramas picadas) o siembra plantas de cobertura. Esto protege el terreno de la erosión, conserva humedad y permite que la vida microbiana prospere. Evita dejar el suelo expuesto al sol; el sustrato cubierto es más nutritivo y aireado.


Rotación y diversidad de cultivos: Cambia los tipos de plantas cultivadas en cada parcela (por ejemplo, alterna hortalizas de raíz con leguminosas) para reponer naturalmente los nutrientes que requieren. Sistemas policultivo y asociaciones de especies (milpa, huertos mixtos) equilibran el ecosistema agrícola y reducen plagas.

Uso de biofertilizantes naturales: Aplica preparados caseros como té de compost, extractos de algas o inoculantes microbianos para estimular la biología del suelo. Estos biofertilizantes aportan microorganismos beneficiosos (bacilos, micorrizas) que descomponen materia orgánica y facilitan la absorción de nutrientes.


Minimizar laboreo: Labrar en exceso degrada la estructura del suelo y destruye canales de aire. Prefiere técnicas de labranza reducida que solo alteren la tierra superficial. Cuanto menos se remueva el suelo, más estable permanecerá su microbioma y su estructura natural.


Evitar pesticidas químicos: Los agroquímicos (incluso algunos orgánicos agresivos) dañan la fauna del suelo. Permite que los procesos naturales controlen plagas (depredadores naturales, rotación de cultivos) en lugar de aplicar insecticidas o herbicidas que reducen los microorganismos y compuestos orgánicos del suelo


Siguiendo estas prácticas—compostaje constante, cobertura vegetal, rotación y mínima labranza—lograrás mantener el suelo vivo y fértil. Así cuidarás la microbiota esencial que sostiene la salud a largo plazo de tu huerto

 
 
 

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